Por Á.Fl.
Hola, mi nombre es Á.Fl. y soy enfermo alcohólico en rehabilitación. Este es mi segundo paso por esta asociación, pues en otro tiempo ya estuve asistiendo a terapias de grupo, e incluso hice el ciclo completo, es decir, desde preinicio hasta el grupo final, etapa que, debido a mi terquedad, no me sirvió de mucho, pues entendí que el alcoholismo era una enfermedad, pero en el fondo nunca acepté que yo era un enfermo.
Aún con las lagunas mentales que limitan mi memoria, recuerdo que en aquella ocasión subí las famosas escaleras en cierto modo digamos que obligado, pues las circunstancias me llevaron a claudicar y rendirme a la petición de dejar de beber de la que entonces era mi esposa, ayudada de mi hermano que, en aquel momento era monitor de A.R.O.
En aquel entonces, mi vida estaba hundida, me sentía fatal, completamente lleno de remordimientos pues lo que a mí me divertía, había destruido la felicidad de aquellas personas que me querían y me rodeaban, mi mujer, mi hijo, mis padres, hermanos, amigos, en fin, todo mi entorno. El hecho de entrar en la asociación, me provoco un bienestar y eso me hizo acomodarme, me sentí más seguro de mi mismo, pero no lo hice bien, solo estuve de paso, calentando una silla, no trabajé absolutamente nada y cuando creí que estaba bien, me marché.
No pasó mucho tiempo, calculo que año y medio o poco mas, cuando quise ponerme a prueba y demostrar que era yo quien dominaba al monstruo y no éste a mi. Volví a beber, al principio cerveza sin alcohol, después con alcohol, y por ultimo todo lo bebible. Otra vez estaba hundido en el barro, otra vez defraudé a todos, otra vez me sentí fatal, otra vez volví a sentir remordimientos.
Una mañana, al despertar de una noche repleta de derroche y de alcohol, amanecí completamente abatido y con un sentimiento de culpa que pesaba como una enorme loza sobre mi. Pensativo y cabizbajo, con una balsa de lágrimas en mis ojos que a veces nublaba mi visión, deambulaba por las calles como un barco a la deriva reconociendo que el monstruo pudo conmigo, que esto se me escapaba de las manos, que no lo podía controlar; me di cuenta de que realmente estaba enfermo, y fue en ese preciso instante cuando decidí volver a A.R.O.
Un agradable olor a incienso llamó mi atención, era finales de Mayo y me extrañó ese olor en esas fechas, seguí andando y al pasar por la iglesia de Las Agustinas, me di cuenta de donde venia el olor, entré por curioso vi que había una Virgen en besamanos, pero vi algo mas, estaba allí, mi amigo Virgilio estaba allí. Lógicamente al verme como estaba me preguntó que me sucedía y yo, deseoso de poder desahogarme con alguien le conté como me sentía. Se ofreció a acompañarme a A.R.O., fuimos juntos a la guardia y al día siguiente ya estaba otra vez entre vosotros.
En esta ocasión soy yo quien quiere salir, sé que he de trabajar muchas cosas que antes no trabajé, que he de llegar a la raíz de mi problema para poder curarme. Ahora sé que quiero vivir, ser libre de esta soga que me ata y que tantos nudos tiene, ahora sé que solo lo conseguiré con vuestra ayuda, ahora sé que he de despojarme de la soberbia y quedar al desnudo, mostrarme como soy, conocerme, aceptarme y superarme.
Estoy convencido de que en esta ocasión lo voy a conseguir.
Gracias a todos por vuestra comprensión y por vuestra desinteresada ayuda, monitores, compañeros de grupo, amigos y en especial a Isabel, mi actual pareja que ha depositado toda su confianza en mi a la vez que soporta a veces el peso de mis rarezas.
Un abrazo a todos.